Un aspecto destacado de la cultura moderna es que abrió las actividades intelectuales a espacios más amplios de los que tenía en el pasado, cuando estuvo restringida a un estrato rigurosamente definido, como el clero, por ejemplo. En América Latina, los primeros intelectuales modernos fueron producto de la ampliación de la oferta educativa de los Estados nacionales, a fines del siglo XIX.